Amaya Espinoza, "Y allí le encontró con tan poderosa fuerza" |
A Joaquín Velasco, solanero.
—Mire vuesa merced que otros caminos hay para el retorno. Pues bien pudierais embarcar en una de estas ágiles galeras y marchar a liberar con la fuerza de vuestro brazo a los tristes cautivos que se consumen en los baños de Argel. Piense que no hubo caballero andante que diera mayor prueba de fidelidad a su dama que la que vos daríais al resistir el encuentro con las sirenas sin necesidad de cera que os taponara los oídos ni de cuerdas que os ataran a mástil alguno, sino tan solo por el amor que la sin par Dulcinea os inspira. Más tarde, tras atravesar las columnas de Hércules, os enfrentaríais a los terribles Sargazos que secuestran los veleros y batiríais vuestro brazo con aquellos gigantes patagones, los cuales, derrotados, embarcarían con vos para rendir pleitesía a vuestra señora. Fácil sería, entre tantas como pueblan el Pacífico, que conquistaseis para el fiel Sancho la ínsula prometida. Y ya por fin, emulando al capitán Elcano, bordearíais el cabo que llaman de Buena Esperanza para arribar a la gentil Lisboa y, a través de la Extremadura, llegar a vuestro lugar, donde, cubierto de gloria, cumpliríais la promesa de retiraros por un año que os arrancó el de la Blanca Luna.
El de la Triste Figura acerca por última vez a su oído la caracola y la arroja lejos de sí. En el silencio de la noche manchega la brisa estremece apenas el mar de los trigales.
Elisa, siempre me asombras. No conozco otra escritura más elegante y delicada que la tuya. Dulce como la miel, trates el tema que trates. Un beso.
ResponderEliminarMuy muy bueno. El primer párrafo casi diría que es una obra de arte. Enhorabuena.
ResponderEliminarLlevo un buen rato empeñado en dos vanos propósitos. Por un lado quitarme la cara de embobada felicidad que se me ha quedado al ver la dedicatoria, y por otro encontrar algunas palabras con las que expresar mi agradecimiento.
ResponderEliminarHabía en casa de mis padres una caracola (de cómo llegó desde la península de Nicoya en Costa Rica a Sevilla pasando por La Solana ya te contaré otro día) que yo acostumbraba a soplar arrancándole sonidos de sirena de barco, y a pegarme al oído para escuchar el rumor del mar. Pero quizás eso que yo escuchaba no era un rumor, sino "la invitación del mar" a emprender tan fantásticas aventuras. Y, quién sabe, tal vez el miedo a no ser capaz de rechazar esa invitación sea el motivo por el qué, pese a pasar gran parte de las vacaciones en la playa, haga por lo menos 15 años que no me baño en el mar.
Un millón de gracias Eli.
Delicioso, Elisa. Además, tiene una cadencia, una musicalidad... Felicidades.
ResponderEliminarUn abrazo.
Como el título de tu penúltimo microrrelato...virtuosismo. Me hipnotizan tus palabras. Y cuando aparece la caracola...salgo de la hipnosis y sonrío. La frase final me llena los pulmones y comienzo a jugar con ella, pensando en mil y un principios.
ResponderEliminarGracias.
Es precioso, Elisa, pura música en el interior.
ResponderEliminarBesitos
nada de lo que te diga estará a la altura. fabuloso.
ResponderEliminarMira que escuchar al mar en una caracola en medio de los trigales, jo, qué imaginación Elisa. Me ha gustado mucho tu Quijotería.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Genial!, lo tenía como lectura pendiente para degustarlo lentamente, y lo he conseguido. Me ha parecido ver la escena en un campo de trigo de la Mancha, oir el rugir de las olas en una caracola, y observar la pluma que se deslizaba lentamente y musicalmente contándonos una bella historia.
ResponderEliminarNo me extraña que a quien va dedicado se haya sentido embargado por tus palabras.
Precioso. Un beso quijotesco.