28 jul 2016

Ir y quedarse

Salvador Dalí, Dafne, la mujer árbol


A la señorita Mariluz le cansa el trasiego permanente: recoger mapas, libros, lápices y cuadernos para que no se desparramen durante el traslado; guardar la mesa, las sillas y el quitasol bajo el que ella y su domador desayunan al aire libre; ayudar a enganchar los remolques de las fieras. Hay noches en que sueña que sus pies se hincan en el suelo de la ciudad que están a punto de abandonar. De esas raíces brota una mujer que no es maestra de circo, sino modista, secretaria o repostera, y vive en una casa con jardín y postigos azules; pero, al crecer en sueños, las ramas de su vida se adelgazan y terminan por convertirse en látigos que el viento zarandea.

24 jul 2016

Doma y fiera


Leonard Foujita, Domadora de leones


La señorita Mariluz es tímida y poquita cosa. Cuando algún miembro del circo se acerca al furgón escuela, la oye reprender a los alumnos con su voz de cristal a punto de romperse mientras los hijos del payaso la remedan, el del ilusionista hace desaparecer las llaves de su bolso y los mellizos de la acróbata dan triples saltos mortales entre los pupitres. Pero hay algo peor. Desde que el augusto la abandonó y ella se refugió en brazos del domador, cada noche resuenan tremendos latigazos en la caravana que comparten. Nadie se ha atrevido a mirar por el ojo de la cerradura. Quien lo hiciera, vería cómo la señorita Mariluz, ataviada con una escotada malla de la trapecista y unos tacones de aguja rojos, hace danzar a su partenaire a golpes de fusta antes de arrojarse a devorarlo como una leona.

21 jul 2016

Vocaciones precoces

Procedencia de la imagen


Pese a su escasa afición a la vida itinerante, la señorita Mariluz aceptó el empleo atraída por los ojos soñadores del augusto. Todas las mañanas, de nueve a dos, mientras la maestra dicta sus lecciones, los hijos del malabarista arrojan las gomas por el aire, el de la trapecista se cuelga de la lámpara, la nieta del mago hace desaparecer los bocadillos de sus condiscípulos y las gemelas del lanzador de cuchillos siluetean la figura de la maestra con lápices bien afilados cada vez que ella se vuelve de espaldas para escribir en la pizarra. Ahora la señorita Mariluz ha sustituido los ojos soñadores del augusto por los astutos y afiebrados del domador y se acaricia el vientre con impaciencia. Cada día falta menos para que llegue al mundo su vengador. Ya le tiene encargado un látigo de juguete. Con tres correas.

4 jul 2016

Noches de amor fantasma

Otto Dix, Soldado herido
La guerra se lo devolvió manco y con las cuencas vacías: un hombre huraño que nada tiene que ver con el que se marchó prometiéndole volver sano y salvo. Tan solo algunas noches, aquellas en que las lágrimas desbordan los ojos de los que carece, él vuelve a acariciarla, despacio, tiernamente, con el brazo que le falta.