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Brazos y piernas han dejado de enredarse, incluso sincronizan pasos de zumba a ritmo de reguetón. Al terminar, cuando la monitora reencaja sus huesos, recogen prótesis y bastones y abandonan afanosas el gimnasio para dar ánimos a la hija recién divorciada, preparar unas lentejas a los nietos en paro o recoger a los bisnietos de la guardería.