Imagen de Alejandro Gelaz
Cuentan que cada noche de luna llena devoraba a un mancebo, pero no que, antes de ello, los adornaba con unos vistosos trajes ceñidos que les permitían lucir sus tipos pintureros y les hacía ejecutar una bella danza ritual. Primero los guiaba suavemente con un capote de grana y oro y, más tarde, con una muleta en la que se ocultaba el estoque destinado a atravesarles el corazón, procurándoles así una muerte rápida y gloriosa. El arte de sus faenas desataba la pasión de los cretenses. Si después su propia hermana lo traicionó y si su historia nos ha llegado de boca de esos atenienses trapaceros, los mismos que sólo eran capaces de proporcionarle jóvenes mansurrones y descastados, de eso el Minotauro no tiene la culpa.
Primera mención en el concurso de Minificciones.com.ar de mayo de 2010