¿Pativanesca?

Pativanesca era el país al que se retiraba para jugar una niña que ya dejó de serlo. “Me voy a Pativanesca”, decía y escondida bajo las faldas de la mesa camilla encontraba el refugio y la semioscuridad que tal vez necesitaba para crecer. Sobre esa misma mesa, algunos días, la madre de aquella niña coloca su ordenador, escribe e intenta no olvidar que su escritura es también un juego. Nada más, tampoco nada menos. Tan absorbente como un juego, tan necesaria y tan intrascendente al mismo tiempo.