30 sept 2011

Evolución

Fotografía de Jesús Vega Sánchez



Al regresar de África, las cigüeñas han de adaptarse a inesperados cambios: los ejemplares que decidieron no emigrar se han adueñado de todos los nidos. Unos están en alquiler; otros, en venta. Las hipotecas, al diez por ciento.


20 sept 2011

La elegida


Domenico Zampieri (El Domenichino), La doncella y el unicornio

Para asegurarse de la virginidad de su futura esposa, convoca a todas las muchachas casaderas del reino y libera al unicornio, que, sin dudar, se dirige a una morena de carnal belleza y se postra ante ella.

Doce meses después, coronando la principesca testa con un único cuerno en espiral, la princesa da a luz una hermosa centaurita.

17 sept 2011

Desparejados (2)

Tenedor y manoletina en Drottninggatan



Un calcetín que andaba perdido por el cajón se lió con un guante de lana. El otro guante se consoló con una de mis sandalias de cuero. Su compañera es feliz con un zapato de tacón rojo que olvidaste en el armario, el derecho. Menos mal que yo, con el izquierdo, tengo suficiente.



Este micro se llama Desparejados (2) porque ya hay un Desparejados en el blog y es producto de la Sortija del III Concurso de microjustas literarias. La foto, tomada durante mi feliz semana en Estocolmo.

13 sept 2011

Del arte y sus engaños

Domenico Ghirlandaio, Retrato de mujer joven.



Cuando el maestro Jacopo recibió la máscara funeraria que reflejaba el rostro, devastado por la porfiria, de la joven duquesa, no se atrevió a utilizarla para pintar el retrato y tuvo que recurrir al testimonio de los cortesanos. Tras un embarazoso silencio, alguien mencionó un cuello de alabastro; otro, unos ojos garzos y un dulce mirar; aquél, las sonrosadas mejillas y éste, las perlas de su boca. La fidelidad del pintor a sus falsos testimonios hizo que el duque, al recibir la tabla, derramara las primeras lágrimas por la triste esposa que en vida había despreciado y  tan profundo fue el amor que la bellísima imagen despertó en él que jamás dama alguna consiguió borrarlo de su corazón.

9 sept 2011

Regalo de bodas

Jacopo del Sellaio, El triunfo de la castidad (1485)

El ultimátum de Mícer Federico, que reclama la devolución de los cien florines entregados a cuenta si no recibe el encargo antes de la boda de su hija, logra lo que no consiguieron los golpes de la esposa en la puerta del taller, ni sus lamentos, ni sus improperios. El maestro Jacopo se alza del diván que cobija sus amores desde hace veinte días, da un golpe en la nalga a la modelo, la ayuda a ceñirse la túnica de brocado azul ultramar y coloca en sus manos una palma que los pinceles volverán de oro. Sobre un carro tirado de unicornios, prisionero el amor a sus pies, nunca lució más hermosa y severa la Castidad que, con el lindo rostro de Brunetta, proclamando en esta tabla su triunfo.

6 sept 2011

Tentación

Lady Macbeth, de Gabriel Cornelius Von Max

Llega de madrugada, cuando me dispongo a amamantar al bebé. La cabellera cobriza y las manos ensangrentadas refulgen en la penumbra de la alcoba.

—Arranca el pezón de sus encías y machaca su cabeza —musita febril—; te chupará las horas, te impedirá escribir, siempre se interpondrá entre tú y tu obra.

La criatura, satisfecha, se adormece; entonces añado un buen chorro de mi leche tibia al cuenco con sangre de gallina que suelo tenerle preparado. Pobrecilla, siempre vagando sola. Además, le estoy agradecida: Lady Macbeth es la única persona que tiene confianza en mi talento.

1 sept 2011

Fidelidad

Muchacha con moneda, de Bartolomé Esteban Murillo


Por unas monedas, la vendedora de castañas acepta posar para el maestro extranjero cuyos retratos gozan de una viveza tal que parecen contemplar a quien los admira. Las horas de quietud provocan un hormigueo en el cuerpo de la hermosa modelo, una pesadez en las articulaciones que aumenta de sesión en sesión; mas, llegado el día en que el artista ha prometido finalizar la obra, espera orgullosa el momento de ver su imagen por primera vez. El pincel da los últimos trazos y la muchacha advierte que la rigidez de sus miembros le impide cualquier movimiento. Intenta gritar, no lo consigue.

El pintor sonríe satisfecho; arroja al fuego el lienzo, cubierto de enrevesados signos de una caligrafía desconocida, y encierra la figura inmóvil en el dorado rectángulo de un marco. Desde del cuadro, los dulces ojos negros expresan, alternativamente, el terror y la súplica.