22 jun 2013

Las hermanitas


Claustro del convento de Santa Clara (Sevilla)

A sor X, inteligente, luchadora y contraria a la "trata de monjas".

De Kenia llegaron al convento de Santa Rosalía decididas a guardar voto de silencio y a cuidar de una comunidad envejecida, a punto de extinguirse. Sus jornadas transcurrían entre oraciones, trabajo y unas sonrisas medio tristes, medio forzadas, que llevaron a que el capellán las animara a participar en la liturgia con mayor libertad. Así, al tiempo que la capilla barroca se llenaba de ritmos y palmadas, de sonidos articulados en una lengua oscura y remota, los naranjos cambiaron su silueta por la de las acacias, la hierba creció borrando caminos, rompiendo la simetría de los parterres, y en el huerto comenzaron a volar flamencos -que las hermanas ancianas tomaban por ángeles- y a pacer los antílopes. La primavera trajo unas lluvias desconocidas y la acequia se convirtió en un río de lodo, pero en junio el cielo ha vuelto a ser de un azul vibrante y las monjitas jóvenes sacan de nuevo a las mayores a calentarse al sol. Bajo el barro que ciega el aljibe del claustro las esperan, agazapados, los cocodrilos.

Este micro ha llegado a las "deliberaciones finales" de mayo en La microbiblioteca y será publicado en papel, junto al resto de ganadores y finalistas mensuales. Además, he tenido la suerte de que haya pasado por la sala de autopsias en Pequeñas imperfecciones, donde ha sido hábilmente diseccionado.

18 jun 2013

The wall




Deposita el portafolios en el recibidor, se coloca las zapatillas y entra en el confortable salón. Carlitos, en una esquina, continúa concentrado en su consola; Mariela se balancea al ritmo vibrante y desconocido que le marcan los auriculares de su iPod; Liliana despega por un instante la vista de la pantalla del ordenador y lo saluda con un beso volado. Reprimiendo las ganas de aporrear el metacrilato de la mesita baja, Ramón se acerca a la estantería, escoge uno de sus antiguos vinilos y acaricia la superficie aterciopelada de los altavoces, los mismos que atronaban de música la casa de sus viejos ante protestas de todo el vecindario. Pincha el disco no sin colocarse, discreto, sus propios auriculares. 

—Hello? Is there anybody in there? — lo interpela la voz de Roger Waters. Después, la guitarra de Guilmour terminará de envolverlo en soledad.


Tengo otra versión que termina con un final algo "quijotesco". La dejo aquí, por si alguien quiere opinar sobre cuál prefiere :-).

Confortably numb 

Deposita el portafolios en el recibidor, se coloca las zapatillas y entra en el salón. Carlitos, en una esquina, continúa concentrado en su consola; Mariela se balancea al ritmo vibrante y desconocido que le marcan los auriculares de su iPod; Liliana despega por un instante la vista de la pantalla del ordenador y lo saluda con un beso volado. Reprimiendo las ganas de aporrear el metacrilato de la mesita baja, Ramón se acerca a la estantería, escoge uno de sus antiguos vinilos y acaricia la superficie aterciopelada de los altavoces, los mismos que atronaban la casa de sus viejos ante protestas de todo el vecindario. Pincha el disco no sin colocarse, discreto, sus propios auriculares.

—Hello? Is there anybody in there? — lo interpela la voz Roger Waters. Y enseguida, al ritmo de la guitarra de Guilmour, enristra la lámpara de pie y se arroja contra el muro de silencio.

15 jun 2013

Otra


Ana Matías

La primera vez fue una mañana de ojeras, alargó su mano tímidamente y me recogió el pelo, dejando al aire varios mechones, con una gracia de la que yo siempre he carecido. Se fue atreviendo con la barra de carmín, un toque de rímel y los pendientes de turquesas que no había sacado de la caja desde que me los regaló mamá. Un día, tras obligarme a quitarme los vaqueros, me mandó de regreso al dormitorio. Volví con el vestido de licra estampado, el que nunca me puse porque se ajusta demasiado. Me regañó y, no sé por qué, le hice caso: en dos semanas de yogur y gimnasio el vestido se me ceñía al cuerpo sin marcar una arruga. Sonríe con una coquetería que a mí me avergüenza y ha conseguido que la mano de Mario me busque de nuevo entre las sábanas. Pero yo no me engaño, bien sé que a él no le importo. La que le gusta es ella, la chica del espejo.

Esta es mi participación de este mes en Esta noche te cuento, el tema de junio es "En el espejo".

2 jun 2013

Pecados de la carne

Francisco de Zurbarán, Santa Águeda

Oculta su piel joven a los ojos de los hombres. Suprime los espejos para evitar contemplarse. Aún así, sabe de su hermosura; y cuando piensa en el Amado, omnipotente, ubicuo, capaz de contemplarla desnuda en alma y cuerpo, se entrega fervorosa a las fantasías de la seducción.

Este micro lo publiqué hace tiempo en El microrrelatista y no lo había traído por aquí. Me he acordado de él porque ahora mismo me voy a ver la exposición Santas de Zurbarán en el convento de Santa Clara de Sevilla.