12 oct 2014

Instante

Into the World There Came a Soul Named Ida, de Ivan Albright



Era un señor calvo, algo chepudo, que pedía permiso para hacer una consulta rápida. Guarde su turno, como todos, le contesté con tono educado aunque tajante. De repente, tras los párpados abultados y las mejillas fláccidas apareció una sonrisa que rejuveneció su cara treinta años. Estaba a punto de llamarlo por su nombre cuando recordé que no me había teñido, que la cara se me llenó de arrugas, que he ganado seis tallas desde entonces. Desvié la mirada. Usted disculpe, murmuró, ya sin sonrisa. Su voz todavía tuvo el poder de estremecerme. Se giró con torpeza y marchó a colocarse en el último puesto.

Un antiguo despojo, camuflado.

6 oct 2014

Sin retorno

Mujer con niño, de Montserrat Gudiol

A esta hora solo puede ser él. Los golpes resuenan con la urgencia de tantas veces en las que ha vuelto para exigirle dinero o para llevarse medio a la fuerza las pocas cosas por las que le darían algunos euros en el mercadillo. Había jurado no volver a abrirle, pero algo en el golpeteo nervioso la obliga a acercarse y desatrancar la puerta.

─Mama, me vienen siguiendo. Traigo un navajazo en la pierna.

Por el hueco a medias abierto asoma la cara pálida, sin afeitar, y tras ella el cuerpo vacilante, la sangre que desde la ingle empapa el vaquero gastado. La mujer lo deja pasar y cierra deprisa, mientras él se derrumba en el sofá desvencijado.

─Tráeme la merienda ─le pide zalamero.

Debería llamar a un médico, es una herida fea. Sin embargo marcha hasta la cocina arrastrando los pies y vuelve con un trozo de pan con chocolate. El muchacho devora y, al tiempo, la sombra oscura de la barba se vuelve pelusa dorada y se le redondean las mejillas.

─Cuéntame un cuento, anda.

La mujer se sienta en la mecedora, el niño se le acurruca en brazos. La historia de la luna y el lobo, que tanto le gusta, lo hace sonreír y entre los labios tiernos asoma la mella de una de las paletas. Pronto no se oye más que la respiración acompasada del bebé, el runrún de los balancines y el susurro bajito de la nana.

Dos nuevos aldabonazos la sobresaltan cuando está a punto de quedarse dormida. Tres tipos entran en tropel en busca del hijo y escudriñan violentos cada rincón de la casucha. Ella, de pie, curvando la espalda para contrapesar el abultado vientre, los deja hacer con una mezcla de tristeza y desprecio en la mirada. Hasta que al fin se marchan, convencidos de que allí no pueden encontrarlo.

Dejándose caer de nuevo en la mecedora, la mujer abraza su cintura fláccida. Mañana sin falta irá a pedirle al ginecólogo que le ligue las trompas.


Este cuento es uno de los catorce finalistas en el XII Certamen Internacional de Microcuento Fantástico miNatura 2014.