31 jul 2013

Mater amatisima

Pablo Picasso, Madre e hijo


En el primer cajón de la cómoda, entre decenas de mechones —atados y fechados— que van del rubio primigenio al castaño oscuro, se agazapa un juego completo de dientes de leche. De las paredes cuelgan cientos de instantes inolvidables en los que el protagonista es su único retoño. Los armarios y arcones rebosan de jerseicitos tejidos a mano, disfraces, kimonos y cinturones de kárate. En la habitación del hijo se acumulan dibujos, cuadernos repletos de una caligrafía deshilvanada, manualidades y una colección de vídeos caseros, testimonio minucioso de sus primeros trece años de existencia. Las visitas de Carlos, a quien abochorna la contemplación de ese exhaustivo museo de sí mismo, se han ido espaciando hasta llegar a ser casi inexistentes. Doña Rosa, atareada en limpiar, doblar, etiquetar y organizar cada pieza, aún no lo ha advertido.


Este es uno de los textos que han recibido mención por parte de Mar Horno, jurado en el concurso del mes de junio en la Marina de Ficticia. La mini ganadora, el resto de las seleccionadas y los comentarios de Mar pueden leerse en la Bitácora de la Marina.

26 jul 2013

Adicto



Con Laura la vida era una emocionante carretera de montaña, llena de rampas y descensos, curvas y precipicios. Desde que se marchó es una autopista gris y rutinaria. Por eso a veces,  cuando vuelvo a la soledad de mi adosado, la tomo en sentido contrario.

23 jul 2013

Infierno particular



Gominolas 


Como a Tántalo, se le ofrecen bandejas repletas de gominolas y tabletas de chocolate negro. Pero estas sí se dejan alcanzar por sus manos ansiosas. Los dedos, en cambio, se niegan a introducirse en su garganta y provocar el vómito. Frente a ella se yergue, imperturbable, la luna de un espejo.


18 jul 2013

El pañuelo

Niña tejiendo, Auguste Renoir

El tío abuelo tenía los párpados abultados y una sonrisa entre alegre y resignada; ella no sabía que trabajaba en la cárcel y que aborrecía su trabajo. La niña, sentada al sol, repasaba con puntadas desiguales, en un trozo de sábana, el contorno de un velero; sobre él un círculo amarillo del que surgían líneas rectas –una larga, otra corta, alternadas– representaba el sol. El tío se acercó, alabó la labor y le pidió que le bordara uno para él, un pañuelo, dijo. Semanas más tarde oyó a su abuela llorar la muerte inesperada del hermano. Mientras todos se afanaban buscando las ropas de luto, sintió que estorbaba, se refugió en el balcón y recordó, de repente, la promesa incumplida. Fue la primera vez. Después se ha ido acostumbrando a esa mala costumbre que tienen los difuntos queridos: marcharse dejándonos siempre una cuenta pendiente, una deuda definitivamente impagada.

Con este texto participé en el Vendaval de micros 2013, organizado por Marina de la Fuente, Pablo Garcinuño, Fernando Vicente y Ana Vidal.

16 jul 2013

Fuera de mí



Marta Ferreras Viruete, Puerta verde



Me envío bombones, flores y mensajes de amor que nunca respondo. Cansada de tanta ingratitud he decidido remitirme, sin compasión, la carta de desahucio.


12 jul 2013

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Dijiste que no era más que un paréntesis en tu vida y te marchaste, como si nada. Yo en cambio sigo aquí, encerrado entre dos paredes cóncavas que no hay manera de escalar.

Este hiperbreve aparece publicado en Pseudonims nº 45, junto a textos de escritores como Rubén Rojas Yedra, Patricia Nasello y Paloma Hidalgo.


4 jul 2013

Los buenos días


Una abuela, George Wesley Bellows


Que se arrime un poco más al borde de la cama, le pide, que baje las piernas flaquitas y se ponga de pie con cuidado. Que se asee, que se recoja el pelo con el pasador de concha, que perfile las cejas, se dé un toque de carmín y otro de colorete. —¡Guapísima!  —susurra rozándole los labios con un beso—, me voy antes de que nos descubran. 

Mientras su difunto Martín escapa a través de la pared, la auxiliar entra en la habitación preguntándose, como cada mañana, de dónde saca fuerzas la de la 127 para arreglarse sola y cómo consigue, pese a sus achaques, mantener la coquetería de la sonrisa.