29 may 2019

También existe

Joaquín Torres García, América invertida


Intentamos convencerlos de que era una simple convención geográfica. No hubo manera y tuvimos que aceptar su propuesta: durante los próximos ocho milenios el Sur se colocaría encima; el Norte, debajo. Desde entonces todo son complicaciones: primero, dar la vuelta a los rótulos de los mapas; después, esta sensación de pesadez en la cabeza; por último, la tendencia a desplomarse de los objetos: los alimentos, desde sus anaqueles; las armas, desde sus panoplias; los monederos y billeteras, desde nuestros bolsillos.

17 may 2019

Un globo viajero

Ilustraciones de Carmen y Pablo Pérez Corsino


Este soy yo, el globo en forma de elefante que arrastra un niño rubio con pantalones de peto azules y jersey rojo. Su padre acaba de comprarme por un euro al señor Aniceto. 

Anoche el señor Aniceto me llenó la panza de un gas que me permite volar y después me ató con un cordel para que no me escapara. Con el cordel, el padre de Nico ha hecho una pulsera alrededor de la mano de su hijo para que pueda llevarme de paseo.



Nico corre sobre la hierba verde del parque, arrastrándome detrás de él. De vez en cuando mira hacia atrás, para asegurarse de que no dejo de seguirlo, y se ríe contento. El viento me hace cosquillas en la tripa, yo tampoco puedo dejar de reír. ¡Es divertido ser un globo sujeto por la mano de un niño!

¡Ay! ¿Qué está pasando? El nudo de mi cordel se ha aflojado y acaba de soltarse del todo. Nico se da cuenta, intenta agarrarme, pero ya es demasiado tarde. Cada vez estoy más lejos de la mano de mi dueño, que me mira con dos lagrimones en la cara. 

—Dile adiós al elefante, Nico —dice su papá y Nico se despide de mí agitando la mano. 

—¡Buen viaje, elefante! —gritan los dos a coro— ¡Que vivas muchas aventuras!

—¡Adióóóós, Nico!


***


Las palomas del parque dan vueltas alrededor de mí, pero no se atreven a acercarse.

—No tengáis miedo, solo soy un globo con forma de elefante. ¿Podéis coger mi cuerda con el pico y llevarme de nuevo con mi dueño?

Ellas no me contestan ni me ayudan. Es como si no me oyeran. Las palomas no entienden la lengua de los globos.

***

¡Cuánto he subido! No veo ni las palomas ni a Nico y el parque, a lo lejos, es una manchita verde. De pronto aparece junto a mí la punta afilada de un pico mucho más grande que el de la paloma. ¡Es una cigüeña! ¡Si se acerca un poco más, me pincha sin remedio! 

—No te entretengas, Justino, eso no se come —le dice su compañera, que vuela justo detrás de él—. Tenemos que seguir nuestro viaje a África, ya está llegando el invierno.

—Señor cigüeño, señora cigüeña, ¿podrían coger mi cuerda con el pico y llevarme con ustedes a África? África es tierra de elefantes, seguro que allí habrá algún niño que quiera jugar conmigo.

Pero no me contestan ni me ayudan. Es como si no me oyeran. Las cigüeñas tampoco conocen el lenguaje de los globos.

***

¡Brrrruuuuuuhhhhh! ¡Qué ruido más espantoso! ¡Es el motor de un avión! 

—Mira, mami, un elefante de colores —dice una niña con trenzas que mira a través de la ventanilla—. Vamos a cogerlo.

—No seas boba, nena, solo es un globo. Además, las ventanillas de los aviones no se abren.

La niña de las trenzas me dice adiós con la mano mientras me alejo dejando el avión muy por debajo de mí. Estoy tan lejos de la tierra que no encontraré nunca a ningún niño. ¡No volveré a jugar!
            

Sigo subiendo, subiendo, subiendo. La Tierra parece en un globo azul flotando en el espacio. Pero, ¿qué es eso que se acerca? Una especie de cazamariposas acaba de capturarme y me introduce en un platillo volante.

—Atención, llamando a Nihuter, llamando a Nihuter, capturado alienígena volador. Regresamos a la base—. El que habla es un hombrecillo de piel verde, pelo tieso y orejas como embudos.

—Hola, ¿quién eres? —le pregunto—. Yo soy un globo de la Tierra, tengo forma de elefante, ¿te gustaría jugar conmigo?

El hombrecillo extraterrestre no me responde. Parece que no me oye. ¿Es que nadie sabe el idioma de los globos?

***

Nihuter es el planeta al que me han traído embarcado en el platillo. Todavía no sé cómo es. Desde que llegué estoy encerrado en un laboratorio para que sus sabios me estudien.

—Qué extraño—dice uno de los científicos— no tiene corazón.

—No tiene pulmones —añade otro.

—¡Está completamente hueco! —dice el tercero.

—Soy un globo, estoy lleno de gas —intento explicarles, pero ellos siguen con sus comprobaciones:

—No come ni bebe.

—No se mueve, no duerme ni se despierta.

—No tiene boca, no habla.

—¡Soy un globo con forma de elefante! —intento gritar con todas mis fuerzas.

Ellos no parecen oír nada. ¿Así que no tengo boca y no hablo? ¡No es que nadie conozca mi idioma, es que ni siquiera soy capaz de decir una palabra!

Cuando terminan de examinarme me dejan, pegado al techo, en una esquina del laboratorio. 

—¡No sirve para nada! —dice uno de ellos al salir.

—¡¡¡Sirvo para jugar!!! —me gustaría gritarles. No lo hago, ya sé que nadie podrá nunca escucharme.

***

¿Eh? ¿Qué veo? La puerta se abre y aparece un extraterrestre pequeñito.

—¿Papá? ¿Papá?

No hay respuesta, en el laboratorio no queda nadie más que yo.

Se acerca a mí y me acaricia sorprendido. De pronto, sin que yo le diga nada, coge mi cuerda, se la anuda en el bracito verde y mira como floto.



Ahora soy ese globo en forma de elefante que arrastra Onic, un niño verde con orejas de embudo y pelo tieso. Onic corre sobre la hierba roja de su planeta arrastrándome detrás de él. De vez en cuando mira hacia atrás, para asegurarse de no dejo de seguirlo, y se ríe contento. El viento me hace cosquillas en la tripa, yo tampoco puedo dejar de reír, aunque nadie me oiga. ¡Es divertido ser un globo sujeto por la mano de un niño!



Este es el cuento que fue seleccionado para su publicación en el Concurso de Cuentos Infantiles de Otxarcoaga. La lectura de relatos y la entrega de los ejemplares del libro, a la que por diversas razones no pude asistir, fue el pasado sábado cinco de mayo. No he querido publicar el cuento hasta que no se hubiese celebrado el acto y... hasta que no me llegasen de Madrid estas preciosas ilustraciones que me han hecho mis sobrinos Carmen y Pablo. Con ellas el cuento tiene un brillo especial.