Francesco Clemente, Luna |
"Era Sindra, la preferida del arquero Uruk, tan risueña y juguetona como poco habilidosa en la labor. Por ello la poderosa Neiga, que no la miraba con buenos ojos, anunció que casaría a su hijo con la moza que tejiera los lienzos más delicados para cobijar su lecho de bodas.
Aunque Sindra ponía todo su empeño, el lino torcido por sus manos se convertía en hilo desigual y quebradizo, imposible de trabajar. Para no renunciar a sus amores decidió invocar a la Luna, que se comprometió a ayudarla. Cuando oscureció dos rayos plateados penetraron por el ventanuco de su alcoba y la muchacha, enrollándolos en el huso, obtuvo con facilidad una hebra fina y resistente. Durante jornadas hiló de noche y se afanó en el telar durante el día hasta que presentó a Neiga el más hermoso juego de sábanas que imaginarse pueda.
Furiosa una, ilusionada otra, aguardaron al novio para anunciar el compromiso, pero cuando los cazadores regresaron a la aldea, Uruk no los acompañaba. Todos confiaban en su regreso, pues era buen conocedor del terreno, mas fue tan negra aquella noche que debió perder la pista. De mañana encontraron su cuerpo en el fondo del desfiladero. Sindra, viéndolo muerto, hundió en su corazón el puñal del amado y fueron las sábanas de luna sudario compartido de los amantes."
La vieja concluye su cuento. Las mozas, desganadas, retoman sus ruecas. Pese a todo, ellas prefieren las risas al trabajo y seguirán confiando, sin escarmiento, en la Luna traicionera.
Este relato fue finalista del II Concurso de Relato Breve Leonardo Barriada, que tuvo como tema "La hila".
¡Tu si que hilas bien!
ResponderEliminar¡Gracias!
EliminarAy Lunera, princesa, tan oscura puede ser tu otra cara, como lustre plateado muestras en la que es visible, je je.
ResponderEliminarAbrazos.
¡Gracias, osito!
EliminarCasi casi he escuchado yo también la historia perfectamente hilada
ResponderEliminarsaludillos
Y tu Carmencita también la escucharía alguna noche, seguro. Un beso, Puck.
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