Me abre y, antes de que se introduzca en el mío, vislumbro fugazmente su mundo —el vagón de metro con su luz mortecina, la oficina gris en la que debe mantenerme escondido, la cocina impoluta con el atril junto a los cubiertos, la cama grande y solitaria—. Para ella despliego mis paisajes y mis gentes. Conmigo tiembla de aventura y pasión, llora la pérdida del amor y se enfrenta, indomable, a la desgracia. Cada vez se resiste más a encerrarme de nuevo entre las tapas. Los dos sabemos que solo está viva cuando sus ojos recorren mis páginas.
Me gustó mucho, como todo lo tuyo (esto no es novedad, siempre es una gozada pasarse por aquí dicho sea de paso) pero... ¿por qué, desde el inicio, pensé en una botella, en alguien que bebía? Qué cosa rara.
ResponderEliminarMucho mejor tu micro y tu final
Es bueno ser lector. Mas un peligro el no enfrentar la propia vida y existir unicamente a través de lo leído. Hay que asumir nuestra propia realidad hasta cierto punto.
ResponderEliminarMe encanta, y la foto también..
ResponderEliminarEsos mundos compartidos entre el libro y su lector, el mundo del libro que atrapa al lector, el mundo del lector que entra en el libro. Una gran historia de amor. Besos Elisa .
ResponderEliminarBuen tándem letras texto, me ha gustado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Letras - foto, quise decir. ;)
EliminarQue bueno el libro asomándose al mundo, preciosas las dos imágenes. Sigue construyendo fantasías como esta para sobrellevar el gris.
ResponderEliminarUn abrazo Elisa.