Edward Hopper, Compartimento C, coche 193 |
Estaba revisando los últimos pedidos cuando nos detuvimos para ceder paso al expreso. La luz del vagón se apagó, levanté la vista del listado y la vi a través de las dos ventanillas. Ha perdido los rasgos infantiles, pero aquellos eran sus rizos, indomables a cualquier peinado, y suyos los ojos castaños que, adivinándome en la oscuridad, lanzaron una mirada de súplica. Incluso reconocí el libro que llevaba entre las manos, una antología de los cuentos de Andersen que Luisa y yo le regalamos cuando cumplió diez años.
Desde entonces no he dejado de hacer gestiones. La compañía ignora adónde se dirigía aquel expreso. El maquinista asegura que el cercanías no se detuvo antes de llegar a la estación de Algobre. Lo peor es lo de Luisa: intenta convencerme de que hace cinco años que me despidieron de la fábrica de galletas y jura, entre sollozos, que el viernes pasado no me moví de casa.
Es fantástico este microrrelato visto desde el punto de vista de quien ha adaptado la realidad a sus necesidades del alma. Algunos lo llamarían locura, otros supervivencia.
ResponderEliminarMe gustó mucho cómo nos vas llevando de la mano, suavemente, hasta el final desolador.
Par de abrazos.
Corroboro el análisis de Lola, y me quedo con la acepción de supervivencia.
ResponderEliminarNo es sólo la ilustración que lo acompaña, es que sin decirlo, la historia me sitúa en una época concreta, no sé, a mí me coloca en una de las casitas de Whistle Stop, de "Tomates verdes fritos". De hecho, me recuerda a la misma melancolía que destila el libro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Como con la mini anterior, otra de mis preferidas. Lo que destaco, especialmente de estas minis (junto a El orgullo herido, de Mónica, y como dije en su momento) es algo que va más allá del contenido concreto y es el cuidado meticuloso de la prosa, la generación de un ambiente y de una cadencia, el buen hacer. Cosas para nada sencillas de lograr y que no son tan frecuentes como debieran serlo en las minis. En parte por la manía a lo Shua (que ha impuesto escuela) de apostarlo todo a un nocaut en el primer round. ¿Pero si la pelea se extiende (como se extiende en buena parte de lo mejor del género) qué haremos? Hay que aprender a caminar el ring hasta que “madure el nocaut” o, incluso, ganar por puntos. ¿O acaso en los micros poéticos no se gana al lector por puntos? Cosas, ambas, que tú sabes hacer muy bien.
ResponderEliminarSaludos
PD. Rayos, me salió reflexivo el comentario ;)
Cuando se mira a través de la ventana de la imaginación todo es posible.
ResponderEliminarMe gusta tu prosa (creo que ya te lo he dicho en alguna ocasión) delicada y siempre cuidada al extremo.
Un abrazo admirado.
Destila delicadeza, suavidad de seda, y ese punto donde se cruzan los trenes, esos trenes que siempre dan nostalgia, sensación de pérdida, de alejamiento, es desconsolador. Bellísimo.
ResponderEliminarHoy blogger me deja aparecer con mi nombre, y una oportunidad así no debe desaprovecharse, aunque únicamente sea para decir una cosa: me gusta. Me ha recordado a una paciente que tenía allá en Paterna. Se le murió un hijo de unos ventitantos años en un accidente de moto absurdo de esos que suelen ocurrir en torno a los grandes premios de motociclismo. Dos años después aun continuaba dejando una silla a la puerta de la casa todas las noches por si su niño volvía
ResponderEliminarQué buena mini. El primer párrafo sugiere un mundo de relaciones y de personajes muy rico. El ritmo lento nos permite imaginar, recrear la situación, perguntarnos a dónde nos estás llevando. El segundo nos da una respuesta rotunda y al mismo tiempo sugiere un mundo mágico.
ResponderEliminarSaludos, miriam
Hermoso, me gusta Hopper y cada vez que vea este cuaddro me acordaré de este micro.
ResponderEliminarCon solo la izquierda pero vuelvo a escribir.
Besitos
Elisa,
ResponderEliminarCreo que se ha dicho casi todo, en concreto me quedo con el comentario de Gabriel. La prosa es exquisita y sencilla, tan suave y sin sobresaltos que el final es por contraste aún más desgarrador. Una delicia, en fin. Besos
Uff, un poco duro el tema. Me costó entender el primer párrafo. Quizás ese "ha perdido.." sea "Había perdido...". Me cuesta situar a la joven en el otro tren, no sé, ese ceder el paso (por experiencia) asocio a pasar a toda velocidad (problema mío), y además hasta el extremo de ver los ojos castaños. En el segundo párrafo y con el final se comprende el cruce de trenes en la mente enferma del protagonista, que justifica mis pero anteriores. Por lo tanto, salvo el "había" no veo ningún problema, todo lo contrario, relato tremendo que requiere segunda lectura obligada para colocar las piezas. Buen relato, Elisa.
ResponderEliminarPrecioso y técnicamente impecable.
ResponderEliminaruno sabe lo que vio. lo que sintió es algo que no podrá arrebatarle ni la más terca de las realidades.
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