Domenico Ghirlandaio, Retrato de mujer joven. |
C uando
el maestro Jacopo recibió la máscara funeraria que reflejaba el rostro,
devastado por la porfiria, de la joven duquesa, no se atrevió a utilizarla para
pintar el retrato y tuvo que recurrir al testimonio de los cortesanos. Tras un
embarazoso silencio, alguien mencionó un cuello de alabastro; otro, unos ojos
garzos y un dulce mirar; aquél, las sonrosadas mejillas y éste, las perlas de
su boca. La fidelidad del pintor a sus falsos testimonios hizo que el duque, al
recibir la tabla, derramara las primeras lágrimas por la triste esposa que en
vida había despreciado y tan profundo
fue el amor que la bellísima imagen despertó en él que jamás dama alguna
consiguió borrarlo de su corazón.
Qué bien escribes estos relatos, Elisa, un gustazo leerte, además sé que esto es cierto, seguro que alguna vez ha ocurrido... la realidad siempre supera nuestra imaginación :)
ResponderEliminarUn abrazo
Qué buena, Elisa, excelente. Estaba totalmente fuera del mundo de la minificción, por el mundo de las maxis. Es un placer descubrir estas cosas. Un abrazo, Miriam
ResponderEliminarMe encanta esta serie que estás haciendo regalando historias a las pinturas.
ResponderEliminarTu estilo maravilloso como siempre, Elisa.
Un abrazo
Un micro excelente, Elisa, me encanta cómo elaboras el contexto para dar paso a la oposición entre fidelidad y falsedad, realidad y deseo. Bello y muy equilibrado.
ResponderEliminarSobre la serie dedicada a pinturas, sólo decirte que me parece una iniciativa estupenda. Siempre admiré "El perro de Durero", de Denevi; me parece fenomenal todo lo que puede sugerir un artista a otro.
Plas, plas, plas. Muy, muy bueno.
ResponderEliminarMe conmueve como el pintor crea su obra de retazos.
Besos desde el aire
Anita, yo también estoy segura de eso. Todo lo que imaginamos debe haber ocurrido. Y multiplicado por cien.
ResponderEliminarMiriam, qué bien que hayas vuelto al minimundo y que hayas abierto tu blog. Creo que hay que agradecerle a Lucía que te dio un empujoncito, ¿no?
Pati, a ti ya no sé qué decirte, el blog se ilumina cuando tú apareces por aquí.
Gracias, Susana, a ver si consigo que esa musa que me prestan los pintores se quede un poquito más de tiempo conmigo.
Rosa, es un placer volverte a ver por aquí. Besos desde la tierra, te los mando en globo (de los de canastilla y franjas de colores).
Tienes un dominio de este lenguaje y de la ambientación absolutamente envidiables. Y del trasfondo, porque es verosímil por completo. ¿No se enamora la gente por internet hoy en día?
ResponderEliminarGracias, Fer, me resulta divertido lo que dices de Internet, yo andaba pensando que ese embellecimiento que hace el pintor de la chica en el cuadro era una especie de Photoshop artesano.
ResponderEliminarImpecable la estética y ambientación de este relato, Elisa. Un beso
ResponderEliminarMaravillosas ambientaciones Elisa. Esta serie de micros y pinturas son una gozada para los sentidos. Un saludo (Mar Horno).
ResponderEliminarhttp://www.marhorno.blogspot.com/
Estoy de acuerdo con todos, nadie como tú para usar el lenguaje, la ambientación, la historia,... eres única en eso y nos encanta.
ResponderEliminarEs un placer leer estos micros que creas para contarnos posibles historias sobre la creación de los cuadros que te las inspiran. Realmente eres buena recreando las escenas e introduciendo al lector en el momento.
ResponderEliminarBesitos
Es muy bueno, como siempre creo...abrazo.
ResponderEliminarme apasionan las historias que esconden los cuadros que pintas, elisa. un hallazgo tus pictocuentos.
ResponderEliminarUna serie muy buena con los retratros Elisa. Cariños
ResponderEliminarEfectivamente, una serie muy buena que nos mete en el ambiente de los cuadros, creándolos y recreándolos con otra mirada. Gracias.
ResponderEliminarEl gran Gila decía que tuvo una novia con dientes como perlas: escasas. Por cierto que cómo manejas el lenguaje en estos relatos de época.
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