Dibujo de Jualu |
Desde que despidieron a Don Eladio del banco tras veinte años de servicio, acabaron aquellos tiempos en que, en el momento en que sacaban el contenedor con los desperdicios del supermercado, se desencadenaba una batalla campal. El Boqueras, el Meneítos y la Pelos dejaron de lanzarse como fieras sobre los embutidos y los yogures pasados de fecha y el Mazinger cesó de esforzarse en poner orden al tiempo que embaulaba en los enormes bolsillos de su chaqueta pitanza suficiente para mantener su enorme corpachón y reservar algo para la Marquesa, que se acercaba lenta y temblequeante, empujando el carrito de bebé donde guardaba sus costrosas pertenencias.
Aunque en alguna ocasión tuvo que echar mano de la fuerza persuasiva del Mazinger, Don Eladio consiguió establecer una disciplina cuartelaria entre los indigentes del barrio. En cuanto el contenedor pisaba la calle él se encargaba de extraer los alimentos, dividirlos en lotes equilibrados y repartirlos entre todos. En el caso de que alguien tuviese un especial rechazo o debilidad por alguna vianda, estableció tablas de equivalencia para que se intercambiaran de forma civilizada. La paz reinaba como nunca en el reino de los desfavorecidos.
Desgraciadamente, la crisis, lejos de detenerse, ha aumentado y con ella el número de vecinos desempleados que nos vemos obligados a recurrir a los desechos del supermercado; los víveres han empezado a ser insuficientes. Para evitar nuevas trifulcas, a Don Eladio se le ha ocurrido establecer una pequeña cuota, casi simbólica, que da derecho a participar del festín. Él la administra y se lleva una comisión, al fin y al cabo es justo que se le retribuyan sus desvelos por mantener el orden y el sentido de la dignidad de los necesitados. Mazinger, a quien ha convencido de la importancia de su misión, es ahora el encargado de sacar los productos del contenedor, organizar los lotes, cobrar y abortar cualquier indicio de algarada. Da gloria ver esas colas de gente limpia y aseada que piden la vez con educación y respetan los turnos. Don Eladio pasa pocas veces por la puerta del súper, dicen que está intentado localizar nuevos contenedores en zonas aledañas para abastecernos con mayor abundancia. El Boqueras, el Meneítos y la Pelos, que no pueden afrontar el pequeño gasto que supone nuestra cuota, han tenido que trasladarse al extrarradio. La Marquesa sigue acudiendo a veces, con sus andares achacosos; cuando la ve venir, Mazinger interrumpe sus tareas, le dirige una sonrisa bobalicona y le entrega el poco de jamón de york, la cuajada o el flan de huevo caducados que guarda siempre para ella.
Buen breve, Elisa. A tono con estos tiempos que se viven. Deja un regusto amargo porque revela un comportamiento social general en el que a la menor oportunidad siempre alguien detenta el poder y se aprovecha de la ganancia. Aunque la solidaridad también existe, claro.
ResponderEliminarUn abrazo con buenos deseos para todos ustedes.
Totalmente de acuerdo con lo que te escribe Mónica. Un acierto de micro que da en la diana social. Muy bonito ese detalle final de Mazinger con la Marquesa.
ResponderEliminarBesos solidarios.
Mónica, Lola, gracias por los comentarios, tenía dudas acerca de si quedaba claro lo que quería decir y veo que se entiende. Vaya dos pedazos de lectoras que tengo, para sí las quisiera cualquier premio Planeta :D.
ResponderEliminarBesos reflexivos. Ah, Moni, también buenos deseos para vosotros, que también somos nosotros, igual que nosotros también somos ustedes (espero que se entienda este lío).
Elisa, coordino un tallercito muy humilde, aquí en Córdoba. Me gustaría llevar este texto si me autorizás para ello. También, si estás de acuerdo, podés enviarme unas palabras para que te presente ante mis talleristas.
ResponderEliminarAl papá de mis hijos un gobernador inescrupuloso lo echó del banco oficial en el que trabajaba (tenía una foja de servicios intachable) Obligado a elegir entre la Nada y la Muerte, permitió que un cáncer avanzara hasta matarlo. Así están las cosas de este lado del Atlántico.
Conozco perfectamente lo que tu pueblo está sufriendo, les deseo lo mejor de todo corazón.
Elisa, gracias por utilizar mi dibujo y mucho más por luchar juntos, entre todos podemos.
ResponderEliminarun abrazo!!!
Me gusta como está escrito y lo que dice.
ResponderEliminarEnhorabuena
Patricia, no tienes que pedir permiso, lo que hay aquí está disponible para todo el que lo quiera. Para mí es un honor que lleves el texto al taller, mañana te escribo una presentación (breve) y te la mando. Un abrazo.
ResponderEliminarJuanlu, gracias a ti, por compartirlos, por los marcapáginas y por todo.
Y a ti también, Pilar, muchas gracias, un orgullo que le haya gustado a una escritora (y lectora) tan buena como tú.
Gracias, Elisa.
ResponderEliminarUn beso grande!
Se entiende perfectamente, y eso es lo malo que al final siempre haya alguien que tiene un comportamiento que lleva todo de vuelta al mismo sitio...
ResponderEliminarUn abrazo Elisa
Es admirable con qué delicadeza tratas un tema tan crudo como éste de los 'sin techo'.
ResponderEliminarMe tiene fascinada tu prosa, Elisa.
Un abrazo.
Hola Elisa. Bonito, sencillo y acertado relato. La pobreza da mucho dinero y tú lo has descrito muy bien. Enhorabuena, Elisa!. Besitos y te seguiré.
ResponderEliminarCon qué delicadeza ahondas en las miserias y en las virtudes humanas, esas que, en circunstancias extremas, se muestran sin ambages. Disfruto mucho con tus escritos, que lo sepas, cada vez más. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarPues sí, Rosana, eso parece, se vuelve al mismo sitio. Por eso creo más en las personas que en las instituciones.
ResponderEliminarGracias, MJ, a mí me fascinan tus palíndromos, no sé cómo los consigues.
Me gustaría volverte a ver por aquí, Milagros (además de por La Estación y por el barrio, claro).
Gracias, Pedro, por tus palabras. Me alegran muchísimo.
Besos a los cuatro.
Elisa: Interesante la historia alterna que has construido al lado de la nuestra, la del día a día. Poco a poco, tus personajes se alíneas a lo que todos sabemos hacer en esta. Mira que beneficiarse de la submiseria, sí que deja buenos dividendos el tener don de lider. Para crear una nueva saga de los miserables.
ResponderEliminarElisa, que micro tan social y actual te ha salido. Convergen los pobres de siempre con los nuevos (algunos de estos de miseria vergonzante).
ResponderEliminarEnhorabuena
Geniales todos los motes, Elisa. A cual mejor. El Mazinger, la Pelos... y mi preferido, El Meneitos! Muy buena reflexión sobre la golosa influencia del poder
ResponderEliminarYa ves, José Luis, hay que tener cuidado al elegir a quien se sigue.
ResponderEliminarGracias, Pedro.
Pablo, me encanta que te fijes en los detalles. Quería que los motes evocaran de un trazo a los personajes y al Meneítos lo tengo en la cabeza. En mi barrio siempre ha habido indigentes, últimamente se están marchando, se han rehabilitado muchas viviendas y viene población nueva y más joven. Siempre me pregunto dónde estarán los que se fueron.