Un hambre antigua, que les hinchaba la panza y les hacía los ojos redondos y enormes, los impulsó a seguir la escala luminosa y a subir a la luna cogidos de la mano. A falta de cuchara, los dos chiquillos arrancaron con sus puños menudos grandes trozos de pulpa dulce y blanca. Comieron hasta hartarse, dejando en la superficie del globo unos huecos profundos, como cicatrices sombrías. A la mañana la madre los encontró muertos, a orillas de la playa, con una sonrisa satisfecha y las mejillas churreteadas de zumo de plata.
Es condenadamente bueno y triste Elisa. No hay que dejar añejar el hambre.
ResponderEliminarBesos,
Maravilloso relato.
ResponderEliminarUn saludo
No sabremos nunca qué pasó con esas almas, no lo alcanzo a vislumbrar.
ResponderEliminarSi me lo contaras...
Abrazos.
Sarco
¡Quiero saber dónde se posará esa escala luminosa esta noche! Si me lo dices, prometo ser moderado y usar una cucharita de té.
ResponderEliminarSaludos.
Elisa, después de lo que sucede al par de chicos, prefiero gozar de la luna a la distancia; tiene dos ventajas: yo la disfruto y no se acaba.
ResponderEliminarHe sido maestro, me ha jubilado joven, pero esa no mirada de satisfación la he visto tantas veces, que al leerlo me ha llenado con su sencillez didícil de alcanzar.
ResponderEliminarBlogsaludos
Que bonito, felicidades.
ResponderEliminarAsí que, ¿por eso tiene cráteres la luna? :)
ResponderEliminarMe ha encantado!
Besos!
Felicidades, Elisa. Es precioso
ResponderEliminarParece una leyenda, visual, bonito y triste a la vez.
ResponderEliminarSaludo
R.A.
Claudia, ojalá no hubiese hambres añejas.
ResponderEliminarGracias, Anónima.
Sarco, yo creo que fue un sueño, una muerte dulce.
Gabriel, seguro que sobre cualquier mar del norte o del sur, se posa la escala.
José Manuel, tenemos la suerte de gozar de la luna y de la panza llena.
Adivín, Gotzon, gracias.
Virginia, sí, es por eso, así que cuando mires la luna, no los olvides.
Pablo, R.A., gracias por vuestra visita.
Me dio hambre de luna.
ResponderEliminarA mi me parece un cuento muy feliz. Supongo que es mejor morir lleno que morir de hambre
ResponderEliminarRodrigo, no abuses, que es peligrosa.
ResponderEliminarJuan, yo quería transmitir también, junto a la tristeza, ese matiz de felicidad del que hablas.
Gracias a los dos por comentar.