Otto Dix, Soldado herido |
La guerra se lo devolvió manco y con las cuencas vacías: un hombre huraño que nada tiene que ver con el que se marchó prometiéndole volver sano y salvo. Tan solo algunas noches, aquellas en que las lágrimas desbordan los ojos de los que carece, él vuelve a acariciarla, despacio, tiernamente, con el brazo que le falta.
Duro, con una mezcla de desolación, ternura y fantasía que se degusta.
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