Magritte, La cuerda sensible |
Desde que el padre marchó, mamá les da un vaso de caldo aguado con fideos o un trozo de pan duro y se marcha a buscarles la vida, con el hermanillo pequeño colgado del pecho. −No os mováis de aquí −les dice apurada. Cada tarde, Lolo y Saray se tumban en el descampado a saborear las nubes que atrapan sus manitas sucias: las hay espesas y untuosas como requesón, frescas como espuma de mandarina, dulces y rosadas como algodón de azúcar. Ayer comenzó la temporada de lluvias. Sobre el horizonte de chapa y uralita se cernían unos cúmulos plomizos que los niños devoraron con ansia. A la noche su madre los encontró temblando, con la ropa empapada y los vientres hinchados de tormenta.
Triste fantasía cual nube plomiza.
ResponderEliminarMe encantó cuando lo lei en el
ResponderEliminarMonstruoscopio. Genial, campeona.