Procedencia de la imagen |
Mientras arrullaba a su hijo junto a la caravana, nos acercamos y la convencimos: "Ahora hay tratamientos definitivos. Ya no tendréis que soportar las miradas, la humillación..." Aceptó depilarse la barba, se instaló en el pueblo y entró a trabajar en el supermercado. En seguida se le cortó la leche, al tiempo que se sumía en un silencio desesperado y hosco. Hasta que comenzó a brotarle aquel bulto en el cuello. Cuando el bulto se convirtió en otra cabeza, la vimos alejarse con el niño colgado del pecho, cantando alegre a dos voces, en dirección al circo.
Todos somos bichos raros hipernormalizados.
ResponderEliminarGracias de nuevo, Miguel Ángel, en este mundo agonizante de los blogs encontrarte es siempre un placer. Y encimas siempre me maravillan tus subrayados.
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