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Jamás iba personalmente a recibir la mercancía, pero aquella mañana ordenó al chófer que lo condujera al almacén donde descargaban la remesa con el nuevo diseño. Una vez abierto el contenedor, fingió admirar la calidad del producto: la textura aterciopelada de la silicona, el brillo del vidrio en los ojos rasgados, la morbidez de pechos y caderas, la melena natural con su mismo tono rojizo. Un "Roxie" ronco y resentido pugnó por desgarrarle la garganta. Se contuvo. La única satisfacción que le dejaba aquella zorra era imaginar su hermoso cuerpo repetido mancillado por todos los hombres de la tierra. Antes de retirarse, se detuvo a ordenar, como al desgaire: "Una Roxie de esas, la dejan en mi apartamento".
Conmovedor presenciar un día tan especial en su peculiar estilo amoroso.
ResponderEliminarPeculiar sin duda, Carlos. Gracias por la visita.
EliminarUff. Bestial. Transmites ese resentimiento, y sin duda es un planteamiento muy original.
ResponderEliminarMi aplauso.