Eduardo Laplante, Santiago de Cuba (1856) |
Unos dijeron que era la alegría del cincuentón por haber conquistado a la más bella damita de todo el oriente; otros, que pretendía hacerse perdonar los remotos orígenes de la niña Gloria, que se traslucían en el canela claro de la piel y en los salvajes rizos negros; los más, que quería dejar claro quién era el más rico hacendado de la zona. El caso fue que Fabricio Curet hizo traer para su boda la última novedad de París, un globo aerostático desde el cual los invitados podrían admirar los cafetales que cimentaban su fortuna. Pero los pulsos de la novia se alteraron cuando Fabricito, el sobrino del patrón, recién llegado de Francia, se inclinó a besarle la mano. El mismo día de la ceremonia, de madrugada, la niña Gloria burló la vigilancia de su madre para encontrase con él en la barquilla del globo. Cuentan que no encendieron el horno, que el solo ardor de los jóvenes amantes elevó la temperatura del gas y que ascendieron a una altura tal que ni las águilas lograron ver hacia dónde los arrastraban los vientos.
Una cálida historia de amor, preciosamente contada. Un lujo leerte, Elisa.
ResponderEliminarGracias por comentar, Sara, entre unas cosas y otras hace mucho que no actualizo el blog (ni comento, ni apenas leo) y es una alegría encontrarte al otro lado del hilo, un beso.
ResponderEliminarUna lectura muy agradable, que deja un buen sabor de boca al final.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias, Javier, saludos también para ti.
EliminarMe trajo a la memoria al maestro García Márquez, a Macondo, a Melquiades...
ResponderEliminarUn abrazo, Elisa
Bueno, puedes considerarlo un homenaje, aunque el final es más estilo García Márquez yo a quien tenía en la cabeza al escribir el micro es a Carpentier y su Siglo de las luces, una novela extraordinaria.
EliminarEso si era pasión encendida...Como dice Miguel Ángel deja un regusto a Macondo.
ResponderEliminarBesos desde el aire
La juventud es lo que tiene Rosa, que no se para en obstáculos, besos desde el globo :-).
EliminarEs una gozada pasar por aquí y leer tus letras siempre pulcras y precisas. Una preciosidad este cuento.
ResponderEliminarUn beso, Elisa.
Gracias, MJ, un beso para ti también, que pena que no pude conocerte en Madrid, aunque en fotos si te conozco ya, claro.
EliminarEso si es pasión. Me gusta la manera como lo cuentas con sabor a historia antigua para no parar de leer.
ResponderEliminarBesitos
A ti también te vi en la galería fotográfica de la microquedada, ya recuperada, qué bien. Un beso, Elysa.
EliminarCaprichos... del destino!! Me gustó mucho.
ResponderEliminarsaludillos
Que nos trae y nos lleva, como si fuésemos en globo. Saludillos, Puck, y gracias.
EliminarPrecioso micro Elisa, narrado de una manera exquisita.
ResponderEliminarUn abrazo
Un abrazo, Cassiopea, y enhorabuena por los extraordinarios micros de las justas, la mujer invisible de parto es una idea genial.
EliminarEste microguiño al realismo mágico te ha salido espectacular. Me encanta el vuelo del globo, imposible no pensar en Remedios la Bella. Una delicia.
ResponderEliminarGracias, Susana, ya digo que es un homenaje por lo mucho que me han hecho disfrutar esos autores.
EliminarSe echaban de menos tus letras, y cuando llegan, no defraudan
ResponderEliminarGracias, Maite, he tenido poco tiempo para escribir y menos para publicar, a ver si pasa la racha y me pongo en faena.
EliminarDigno de los grandes del realismo mágico. Hace poco que te leo Elisa, pero puedes contar con un nuevo admirador.
ResponderEliminarNo seas exagerao, Alex, que me inspire en ellos no quiere decir que esté a su altura, pero me alegra mucho que te guste. Un abrazo.
Eliminarsi la envidia fuera sana, de esta me curabas el resfriado, elisa. esto es magia real.
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