11 mar 2011

Fantasía japonesa

The upper class (Kitagawa Utamaro)


De la unión de Amaterasu, diosa del sol, y del rey Yamatumi nació un varón al que pusieron por nombre Kijuro. Deseosa de que su hijo alcanzara la inmortalidad, Amaterasu tenía decidido desposarlo con una diosa; pero Kijuro, antes de cumplir quince años, se enamoró de una damita de la corte llamada Isako, a la que, temeroso de despertar los recelos de su madre, regaló un pai pai redondo, de seda blanca y mango de marfil, indicándole que lo utilizase durante el día para esconder su rostro y así pasar desapercibida. 

Durante veintiocho noches, aprovechando el descanso de Amaterasu, Kijuro e Isako gozaron de su amor, hasta que la número veintinueve, como se acercaba ya la primavera, la diosa adelantó su despertar y sorprendió a Isako mientras abandonaba el aposento de su hijo. Amaterasu, enfurecida, expulsó a la muchacha del reino y la condenó a vivir eternamente en la oscura bóveda del cielo. Desde entonces Isako, en su soledad, juega con su pai pai y lo abre y cierra lentamente, empleando en ello veintinueve días, doce horas y cuarenta y cuatro minutos: el tiempo exacto que duró su felicidad.

Publicado en El Microrrelatista

19 comentarios:

  1. En El Microrrelatista lo leí Elisa, te dije cuánto admiraba este micro.
    Sutil, delicado, evanescente.

    Chapeau!!!

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  2. Patricia, supongo que ya te lo he dicho, eres la comentarista más generosa que pasa por la red. Siempre dando ánimos.

    Un abrazo.

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  3. Este micro demuestra que a veces a los talleristas se les escapa la liebre (o el gato, ya que en Ficticia damos por sentado que la liebre es un gato)...

    Excelente los cambios en la primera estrofa y el reacomodo de la puntuación. Pero sobre todo, que bueno que la rescatarás, los talleristas no siempre tienen la razón.

    Saludos

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  4. Gabriel, qué memoria. Es una mini de hace más o menos un año. Es cierto que no fue seleccionada, pero sí tuvo buena acogida por otros ficticianos. Hay veces que los comentarios de los espontáneos dan tantas o más pistas que los de los talleristas oficiales (como ejemplo tenemos al Mercader de la demencia, un crack de la crítica constructiva).

    Con respecto a estas cuestiones he tenido una conversación con el Caboclo que a mí me ha parecido muy interesante. No sé si conoces su blog, creo que te gustará.

    Gracias por todo :).

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  5. ¡Guau! Una maravilla de microrrelato. Alta Escuela hay aquí.
    Un abrazo

    Caro Fernández

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  6. Hermoso micro, Elisa, tiene el espíritu del mito cosmogónico. Muy delicado. Las palabras justas para acompañar la acción. Lo leí en el Microrrelatista, pero no lo había leído en la Marina.
    Un detalle: edita en la cuarta línea, falta la preposición 'de' después de 'enamoró'
    Acabo de recordar lo de Japón y prefiero quedarme con esta estampa japonesa en la mente.
    Un fuerte abrazo.

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  7. Gracias por el aviso, Mónica, parece mentira que después de tantas veces leído todavía me pasen desapercibidos esos fallos.

    Si tienes tiempo, visita tú también el enlace que le dejé a Gabriel, es interesante la visión del Caboclo sobre el tallereo.

    En cuanto a lo de Japón, tienes razón, la literatura nos ayuda a evadirnos de los golpes de la realidad.

    Un abrazo, Mónica.

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  8. Hace unos años jugué a un juego de rol llamado "La leyenda de los cinco anillos", ambientado en un Japón feudal llamado "Rokugán", en el que interpretaba a la duelista de un clan muy honorable. Nuestro máster nos contaba muchas leyendas niponas y nos hablaba mucho de la diosa Amaterasu. Me ha gustado mucho leer este texto tuyo en forma de leyenda, sobre un tema que me apasiona.
    Un beso Elisa :)

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  9. Me gustan mucho estos textos trabajados en torno a los mitos y leyendas de diferentes culturas. Mi aplauso para este micro, Elisa. Un abrazo.

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  10. Caro, ¡bienvenida! Creo que aunque hemos compartido otros espacios no habías venido antes por aquí ¿o me equivoco?

    Marina, yo tuve que buscar a Amaterasu en Google para crear el contexto. La mini surgió de un poemita de Machado, que a su vez creo que se inspiró en un haiku. Te los dejo aquí, por si te gustan:

    Ah, si a la luna

    se le adosara un mango

    ¡qué buen paipai!

    (Sokan)

    A una japonesa le dijo Sokan:

    Con la blanca luna te abanicarás,

    con la blanca luna, a orillas del mar.

    (A. Machado)

    Maite, muchas gracias, me encanta que lo hayas disfrutado.

    Besos a las tres.

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  11. Elisa, qué preciosidad!!!
    Ahora cuando mire la luna le pondré un mango de pai pai, y me abanicaré con el amor en las noches de verano.
    Un gran abrazo

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  12. Elisa, muy interesante charla en lo de Caboclo. Es todo un tema y da para largo y tendido. Evidentemente hay dos grandes tendencias en este género: los minimalistas, proclives siempre a reducir al máximo y fóbicos al detalle; y los que se decantan por textos abiertos al detalle, la metáfora y, como señalas, hasta cierto barroquismo (con toda una gama de matices entremedio). Creo que el problema está en confundir brevedad con precisión: el género exige esta última lo que no quiere decir que un texto no pueda tener 200 ó 300 palabras (muchísimos micros para horror de muchos tienen esas extensiones, incluso un poco más).

    Estas tendencias no son geográficas, son estéticas. Y, para mí, ambas son válidas siempre y cuando se den cabida mutuamente. A veces un micro te pide esa brevedad y despojamiento extremo, y otras, un despliegue de recursos más generoso. Marco Denevi es un escritor que ha hecho uso de ambas formas. Siempre cito como muestra de que el detalle, bien usado, es una exquisitez, a su micro “Inmolación por la belleza”:

    EL ERIZO era feo y lo sabía. Por eso vivía en sitios apartados, en matorrales sombríos, sin hablar con nadie, siempre solitario y taciturno, siempre triste, él, que en realidad tenía un carácter alegre y gustaba de la compañía de los demás. Sólo se atrevía a salir a altas horas de la noche y, si entonces oía pasos, rápidamente erizaba sus púas y se convertía en una bola para ocultar su rubor.

    Una vez alguien encontró una esfera híspida, ese tremendo alfiletero. En lugar de rociarlo con agua o arrojarle humo —como aconsejan los libros de zoología—, tomó una sarta de perlas, un racimo de uvas de cristal, piedras preciosas, o quizá falsas, cascabeles, dos o tres lentejuelas, varias luciérnagas, un dije de oro, flores de nácar y de terciopelo, mariposas artificiales, un coral, una pluma y un botón, y los fue enhebrando en cada una de las agujas del erizo, hasta transformar a aquella criatura desagradable en un animal fabuloso.

    Todos acudieron a contemplarlo. Según quién lo mirase, semejaba la corona de un emperador bizantino, un fragmento de la cola del Pájaro Roc o, si las luciérnagas se encendían, el fanal de una góndola empavesada para la fiesta del Bucentauro, o, si lo miraba algún envidioso, un bufón.

    El erizo escuchaba las voces, las exclamaciones, los aplausos, y lloraba de felicidad. Pero no se atrevía a moverse por temor de que se le desprendiera aquel ropaje miliunanochesco. Así permaneció durante todo el verano. Cuando llegaron los primeros fríos, había muerto de hambre y de sed. Pero seguía hermoso.


    ¿Cabe alguna duda de que éste es un gran microrrelato?

    Hace poco, Lucía (y me permito citar sus palabras, espero no le moleste) me decía: “También he aprendido, con la experiencia, a tratar de respetar más el estilo del tallereado; cuando recién comenzás querés influir en él lo más posible para llevar el texto al propio estilo”. Creo que ése es el problema del batracio, te quiere llevar siempre a su estilo “minimalista” y muchas veces termina haciéndote sentir lo que señala Caboclo: que has perdido el relato.

    Pero en Ficticia hay veinte talleristas, veinte voluntades y formas de ver el microrrelato, por eso como alguna vez dijiste la cuestión es ver con quién uno conecta mejor. Y ahora que tú eres tallerista, tienes la oportunidad, cuando los textos lo ameriten, de dar cabida en la selección a aquellos micros que por no ser minimalistas otros talleristas no eligirían.

    Por último, decir que más allá de todo, el balance en Ficticia es para mí más que positivo: se aprende mucho, la mirada se hace más crítica, se corrigen errores, en fin se mejora. Que a veces ocurren injusticias, pues sí, pero dónde no.

    Bueno, ya no te aburro más, como dije, el tema da para largo y tendido.


    Saludos.

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  13. Después de leer esta fantasía no podré mirar al cielo de la misma manera

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  14. Anita, tú siempre vitalista, disfruta del amor, ya que la pobre damita no pudo :).

    Gabriel, por supuesto mi balance en Ficticia es también muy, muy positivo. Es más, no creo que pueda hablarse de injusticias, simplemente son diferencias de gusto o criterio. La reflexión de Caboclo para mí es interesante desde dos puntos de vista, por una parte como tallereada, para plantearme hasta donde los cambios son fieles a lo que yo quería escribir, y principalmente como tallerista, para ser respetuosa con el estilo del tallereado. Y este tema no me aburre en absoluto, la pena es no poder tratarlo en torno a una mesa bien surtida contigo, Mónica, Caboclo, Sapo, Ricardo, Alfonso, etc.

    Joaquín, no vayas a ponerte melancólico cuando mires el cielo. Mira como Anita se lo toma por el lado bueno :).

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  15. Aquí hay un texto excelente, Elisa. Has logrado reeditar con toda propiedad el tono mítico. Deliciosa la sutileza con que se da a entender a qué se refiere el mito. Muy bien escrito, como siempre. Has desarrollado una prosa muy sólida que se fundamenta, como en este caso, en temas clásicos con ese toque lírico que hace tan tuyos tus textos.
    Un admirado abrazo una vez más,
    PABLO GONZ

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  16. Elisa, como desde la primera vez que lo leí, me parece genial. Un abrazo. Y respecto al tema que tratas con Gabriel, uno como escritor tampoco debe caer en dejar que el texto se vaya por el camino del tallista. Si en un momento dado el texto deja de ser lo que uno quiere, en ese momento pierde su objetivo. Tal vez por eso yo disfruto más mis textos que no tienen como base ningún concurso, ningún tema, sino sólo el placer de escribirlos. Y les das vueltas y vueltas... y muchas veces te pasa lo mismo que con el tallerista y tienes que volver al principio. Creo que siempre el objetivo es escribir y que te siga gustando lo que haces. para mí tú y Gabriel son dos grandes escritores a los que admiro. Abrazos y nos seguimos leyendo (aunque a veces ya no me alcaza el tiempo).

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  17. Pablo, viniendo de un pedazo de escritor como tú esas palabras me llenan de orgullo. Gracias.

    José Manuel, a mí en cambio me cuesta mucho escribir sin una propuesta externa, por eso me obligo a participar en toda clase de convocatorias. A partir de las propuestas terminan saliendo cosas que nunca se me habrían ocurrido, eso sí, tengo que intentar ver la forma de que esas propuestas conecten conmigo de una forma o de otra. Gracias por tus palabras. En cuanto a lo del tiempo, qué voy a decirte, esta maraña de cuentistas crece a tal velocidad que si queremos seguirla no hay tiempo para otra cosa. Un abrazo.

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  18. Como siempre, un placer leerte

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  19. Gracias, Pablo, un cariñoso saludo.

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