Escuela |
Ocho por tres. Escribo un siete, me llevo tres. El maestro da un rápido vistazo a la tarea. Otra vez todas mal, vocifera. Borro con cuidado, la hoja está a punto de agujerearse. Suena el timbre y se desencadena un estrépito de sillas. Don Eustaquio abre, cachazudo, el periódico, mientras pronuncia los nombres de los que se quedan sin recreo. Cuando se oye el mío, el gordo Tejada, rodeado de sus compinches, me lanza una mirada burlona que no consigue esconder su fastidio: hoy tendrán que tomarla con otro.
Publicado en El Microrrelatista
Me encantan los relatos de escuela. En este me ha llegado hasta el olor dulzón de los lapiceros de colores y todos los recursos que hay que jugar para librarse de los matones.
ResponderEliminarUn abrazo.
Genial Elisa! Hasta los rayos amarillos en la pizarra.
ResponderEliminarBesos,
Por El Microrrelatista te dejé mi huella.
ResponderEliminarSólo restaría decir, gracias por compartirlo, Elisa!
Un beso grandote
Estupendo Elisa! Hay que ser muy listo para hacerse pasar por tonto y escaparse de los matones.
ResponderEliminarMuy bien contado
Un beso
¡Qué angustia, cuántas lágrimas cuando se nos agujereaba una hoja! Te ha salido de la realidad de la escuela.
ResponderEliminarPuñado de besos.
Buenísimo Elisa, esa picaresca inteligente para librarse del "matón" demostrada no solo por la estratagema urdida, si no porque las matemáticas, se le daban fenomenal. Genial. Un abrazo.
ResponderEliminarMe alegra que os guste y que lo hayáis leído tan bien, sois unas lectoras atentas y perspicaces, las siete. Qué recuerdos, Lola, de las hojas de cuadernos de cuentas y problemas en las que se hacían los agujeros de tanto borrar aquellas cuentas interminables.
ResponderEliminarBesos aliviados (que diría Lola) para Pena, Alegría, Maite, Pati, Claudia, Lola y Ana.
Antes no, ahora caigo en que el maestro abre el periódico cachazudo. Ahora me gusta más.
ResponderEliminarSaludos.
Me encantó el micro Elisa, y es astuto el chaval aunque saque un cero en matemáticas.
ResponderEliminarBesos
Genial. Muy bien retratadas las artimañas de supervivencia en la Escuela.
ResponderEliminarAbrazos,
Gracias, Sibreve por esta segunda lectura.
ResponderEliminarÁngeles, no sacará un cero, en cuanto ha pasado el peligro se ha vuelto un lince con las cuentas ;).
Sí, Esperanza, la escuela, probablemente, lo que más enseñe sean artimañas de todo tipo. Que seguramente son imprescindibles para la vida.
sutil.
ResponderEliminar¡Gracias, vittt!
ResponderEliminarMuy bien, Elisa. Bien retratado el agudo ingenio de este chaval. La nota lírica en los rayos de sol en la pizarra.
ResponderEliminarAbrazos fuertes,
PABLO GONZ
En el Microrrelatista, comenté el micro, que me encantó por cierto y me trasladó en el tiempo a mi propia escuela primaria. Ahora voy a enmendar lo de no haber mencionado la foto, que no podría ser más oportuna. El niño pequeño, con cara de ángel y esa boquita abierta como pez. Con la rigidez debida de las fotos escolares, nada más mirar esas manitas. Una delicia. ¿Es foto familiar?
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.
Gracias, Pablo, esa nota lírica fue discutida en El Microrrelatista, pero yo apuesto por ella. Me gusta que la subrayes. Un abrazo.
ResponderEliminarMónica, gracias, dos comentarios son mejor que uno :). La foto me encantó a mí también, pero la encontré en Internet (de hecho debajo de ella está el enlace al blog en que aparecía). Casi todos los niños españoles tienen una foto de este tipo (la mía ya fue en color, je, je). No me hubiera atrevido a subir una foto familiar.
Otro abrazo para ti.
Muy bueno, Elisa. Merece la pena suspender matemáticas para salvar el pellejo. Y como se nota la vena docente. Un abrazo
ResponderEliminarCómo no se va a notar. Toda la vida llevo en las aulas, primero a un lado, luego al otro (y de vez en cuando vuelvo a cambiar de lado y me siento en el pupitre para seguir aprendiendo, ahora mísmo me voy a un taller de escritura que imparten mis amigos de Cómo no se va a notar. Toda la vida llevo en las aulas, primero a un lado, luego al otro (y de vez en cuando vuelvo a cambiar de lado y me siento en el pupitre para seguir aprendiendo, ahora mísmo me voy a un taller de escritura que imparte mis amigos de La palabra itinerante.La palabra itinerante).
ResponderEliminarElisa, este micro es un claro ejemplo de lo que expresaras en tu artículo en la IM: aquí no hay un final sorprendente pero sí un doble final: el que contiene el primer párrafo de la estratagema de supervivencia del niño y el final poético-simbólico del segundo párrafo con esos barrotes de luz sobre la pizarra. O sea, estamos en presencia de un pequeño gran microrrelato.
ResponderEliminarSaludos.
con el otro blog este micro me encaja mucho más. genial el toque de los rayos al final
ResponderEliminarUn micro que respira desesperanza vital. El peor de los males para este niño es no saberse las cuentas. Lo has reflejado con maestría, Elisa.
ResponderEliminarFelicidades.
Gabriel, gracias por el piropo (hiperbólico), pero sobre todo por esa apreciación sobre el final (huy, cuando oigo eso de poético-simbólico es que me impresiono de que alguien diga eso de un texto mío, me encanta).
ResponderEliminarGracias, Santamaría, es que de niños y de escuelas sé bastante :).
Tor, yo creo que no respira tanta desesperanza. Los chicos listos lo pasan mal, pero sobreviven.
Los que dan pena son los otros, los matones, esos sí que no tienen escapatoria.
Besos multiplicados (je, je, cómo copio a la Lola).