Ilustración de Enma Florence Harrison |
Miran el mundo con desolación. Su poder podría arreglarlo si
los humanos se pusieran de acuerdo. Si pidieran unánimes la paz, la
desaparición de la isla de plástico o el fin de la pobreza. Pero no. Los deseos
de unos y otros se oponen con tal fuerza que las hadas no saben discernir quiénes
merecen conseguirlos. Por eso agitan confusas sus varitas mágicas. Y por no hacer más daño, solo las emplean para
milagros pequeños, casi imperceptibles: que la muchacha que va a examinarse no
pierda el autobús, que la señora de los pies hinchados pueda comprar sardinas a
buen precio, que al chico que derrama una lágrima mientras se viste a
escondidas con ropa de mujer no se le corra el rímel.
Eres fantástica, como las hadas.
ResponderEliminarTe acepto el cumplido si me prometes la crítica constructiva cuando sea necesaria :-).
EliminarMucha gente pequeña, haciendo cosas pequeñas en lugares pequeños... Me gusta, yo soy muy partidario del poder de lo impercenptible.
ResponderEliminarQué satisfacción da saber que alguien entiende lo que has querido decir. Estoy totalmente de acuerdo contigo, tu lo has explicado breve y claramente.
EliminarNo seas exagerao, chiquillo.
ResponderEliminarA mí me ha gustado. Aunque se me ha quedado corto. Las cosas pequeñas son las más importantes y las más efectivas.
ResponderEliminarAbrazos
Me ha gustado esa imagen de hadas confusas, deben estarlo tal y cómo marcha el mundo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo mejor no es una buena historia —y muy original—, que también. Para mí, es la forma de contarla. Y la pasión con la que está escrita.
ResponderEliminarCosas pequeñas, cosas grandes, todas importantes a su modo y manera. Qué bien lo cuentas!
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