Fotografía de Eva García |
Tras el primer celo perdió aquel trotar de corza juguetona, se le hincharon los pezones como uvas maduras y empezó a caminar con una gravedad desconocida. Pronto volcó todo su afán en el deslucido patito de goma que apareció en el armario cuando Fran se emancipó. Lo apretaba contra su costado y lo trasladaba de un lugar a otro sosteniéndolo primorosa entre los dientes, los mismos dientes con que se revolvía si pensaba que alguien amenazaba al objeto de sus desvelos. Aunque el veterinario insistió en que debíamos hacerlo desaparecer, arrebatárselo nos partía el alma casi tanto como verla desplegar aquel esfuerzo inútil.
Ayer nos despertó una agitación inusitada. Gala avanzaba por el pasillo con aire de matrona. La seguía el patito sobre sus nuevos pies palmeados. Revoleaba la cola al modo perruno y lanzaba, desde su pico abierto, un alegre "Guau, guau".
Segunda mención en la Marina de Ficticia. Ligeramente modificado siguiendo los consejos del jurado, David Vivancos Allepuz.
Qué bonito micro. Felicidades.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Siempre generosa, Nani, un beso.
EliminarReconozco una envidia insana e insalubre, ¡qué releñes!.
ResponderEliminarAdemás de original, porque hay que ver que final, bien escrito. Lo tiene todo.
F. Torpeyvago —es que no hay manera de comentar desde la cuenta de WP—
Gracias microjusteras, estoy deseando que volvamos a cruzar lanzas y espadas.
EliminarSimpático relato el que nos traes. He tenido que leerlo dos veces para completar la historia. Me parece bien el giro fantástico que hace vivir al patito de goma, y cómo el amor maternal hace milagros, Jeje. He leído los comentarios de Vivancos y son fantásticos. Qué lujo.
ResponderEliminarSí que fue un lujo y una suerte contar con David.
EliminarLo del amor maternal milagroso me gusta, alguna vez tiene que haber final feliz en un micro, ¿no?
Besos, compañero.