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David Alfaro Siqueiros, Entrada a la mina |
De chiquitillo tenía miedo a lo oscuro, pero la Justa no le consentía que encendiera la lámpara. Tuvo redaños, la Justa, para criarlo sola, nunca nos dijo quién era el padre. El Quico se hizo buen mozo, y tan listo que los maestros lo animaban a marcharse a estudiar a la capital, pero la madre no quiso separarse de él y tuvo que bajar a la mina, como todos. Mirad donde he acabado, nos contaba entre risas, con lo cagueta que era de chaval. Después, ya sabe, lo pilló el derrumbamiento bajando al pozo y ni siquiera nos devolvieron el cadáver. La ventana de la Justa se ve desde mi casa, ¿sabe usted? Desde aquel día no apaga en toda la noche la luz de la mesilla.