13 jul 2020

Encarnación

Casa en Laza (Orense)

Porque eran valientes y pobres se atrevieron a alquilar la mansión, tanto tiempo abandonada. Ella era alegre como un pájaro; él, habilidoso y reconcentrado. Entre los dos recolocaron tejas, empapelaron paredes, tapizaron los muebles. De noche se amaban con una pasión tierna que pronto me permitió anidar en el vientre de la muchacha y, mientras el fuego de la chimenea convertía el caserón en hogar, la sangre volvió a recorrer mis venas heladas, mi cuerpo se meció dentro del suyo y mis oídos escucharon, amortiguado por el líquido amniótico, el tarareo de una nana. 

Meses después los vi recoger sus cosas. Lloré, acaricié sus rostros con mis manos pequeñas, vacié a escondidas las maletas que acababan de llenar. Fue inútil. Se fueron −como todos mis padres anteriores− dejando la cuna olvidada y reprochándose uno a otro haber desatendido los rumores sobre este lugar maldito donde las niñas siempre nacen muertas.

Este relato es el que apareció publicado en el libro recopilatorio de ENTC titulado EN7Colores donde me colé gracias a haber alcanzado la final del Monstruoscopio, concurso anual comvocado por Mel Nebrea.

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