20 mar 2017

Casquería

Fotografía de Catarina Nico

El carnicero le reserva buenas piezas que ella limpia con esmero de restos y telillas. Sobre la mesa el tarro de pimienta molida, pimentón de la Vera, las hojas de laurel, vino blanco de Rueda y una copita de jerez seco. El ajo, la cebolla en juliana y del paquete de harina de maíz, un par de cucharadas para espesar las salsas. Hace cocer los guisos a fuego lento, con suaves borboteos que esparcen por la cocina un olor denso y montaraz. Primero sirve hígado, de ternera, para que él calme el hambre y deguste con placer los demás platos. Después trae corazón, el suyo, entero y apenas aliñado. El hombre lo trocea meticuloso con el borde afilado del cuchillo, lo revuelve en la salsa, lo olisquea y le manda retirar el plato sin probarlo. Prefiere dejar sitio a los riñones, de cerdo, su plato favorito.

Este microrrelato, con la bella fotografía que lo ilustra, apareció en abril del año pasado en el blog de la revista literaria Zoque.

6 comentarios:

  1. Bueno, un desamor puede enfocar el amor en otras cosas. O, bien mirado, puedes quedar inmune de por vida: te quitas el corazón y te lo comes al ajillo. También pondría la lengua, que me encanta cómo la hace mi madre, aunque creo que me asfixiaría sin poder hablar.

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  2. ¡Muy fuerte! Enhorabuena por la publicación.

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    1. Gracias, Ximens, tiene ya un tiempecito, pero me gusta tenerlo todo reunido en el blog.

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  3. ¡Qué Gore!Destila la rabia. Enhorabuena por la publicación.

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    1. Pero no muere nadie, mientras hay vida hay esperanza. Un abrazo, Miguel Ángel.

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