26 abr 2013

Oportunista

“¡Ojalá consiga que deje de hacer el indio!”, pensábamos Sara y yo. Mamá había perdido quince kilos, empezó a maquillarse y a ponerse las camisetas ajustadas de mi hermana. No sirvió de nada. Papá siguió volviendo de madrugada, gastando lo que no teníamos y tirándole los tejos a sus amigas hasta que ella le pidió que se fuera de casa. 

El que hace el indio ahora es el vecino del cuarto. Todos los días se le olvida algo. Llama a la puerta tan flojito que casi ni se oye. Cuando abre mamá se le emboba la sonrisa y, tartamudeando, le pide sal, un limón o una cabeza de ajos. 

Un despojillo ReCiclado.

7 comentarios:

  1. ¡Cuánto de realidad habitual tiene este micro, Elisa! La del reciclado personal cuando la pareja va mal, la del hombre que no llega a articular palabra cuando la dama le gusta, la de los niños...

    Muy bueno.

    Un abrazo.

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    1. Gracias, Pedro, infatigable comentarista. Tienes razón, es un micro de la vida cotidiana.
      Otro abrazo.

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  2. Muy bueno Elisa, como apunta Pedro tu breve historia tiene muchos mensajes reales, me ha gustado especialmente el cierre.
    Saludos.

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  3. Esos mensajes lanzados al aire, que no siempre caza el receptor que querríamos... Así es la vida, je je. Muy bueno Elisa.
    Un abrazo.

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    1. Siempre está uno a tiempo de cambiar de receptor, tal vez nos llevemos una agradable sorpresa :-). Gracias, Miguel, por dejar tu huella.

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  4. Me encantó, así es y así pasa. Fantástico relato, con ese tono de humor que es el que tiene la vida misma.

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