20 feb 2010

Fieramente humano





Probaron la manzana y los expulsó del paraíso. Desde que los creó los había visitado a diario, había disfrutado de su compañía, de sus ojos abiertos a la sorpresa y al goce del mundo que había hecho para ellos, de la hermosura de sus cuerpos y de su alegría. Pero poco a poco se había ido dando cuenta de que a veces no era bien recibido, de que interrumpía su intimidad, de que ya no corrían a su encuentro con la impaciencia de las primeras veces. Empezó a pensar que había cometido un error dándole a Adán una compañera. ¿Por qué él, que había tenido el poder de crear el amor, no lo tenía para dotarse a sí mismo de un ser que lo mirase de igual a igual, que lo retara como Eva retaba a Adán y que se le enfrentara como Adán se enfrentaba a Eva? Inútilmente buscaba una costilla en su no-cuerpo. Entonces inventó la historia del árbol y del fruto prohibido: Una forma de despertar su interés, de volver a ser el centro de sus preocupaciones. Nunca imaginó que aquellas frágiles criaturas, salidas de sus manos, fuesen capaces de desafiarlo. Ya no hay vuelta atrás. Los ve marchar, cogidos de la mano, desheredados pero juntos, y llora su soledad escondiendo, ahora sí, la cabeza entre los brazos.

Microrrelato ganador del mes de julio de 2009 en el concurso convocado por Microficciones.com.ar 
Imagen de Alejandro Gelaz

3 comentarios:

  1. Joder! es increíblemente bueno.

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  2. Gracias por el piropo, tocaya, pasaré yo también a leerte.

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  3. Una muestra éste relato de que somos nosotros el ángel caído.

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