Into the World There Came a Soul Named Ida, de Ivan Albright |
Era un señor calvo, algo chepudo, que pedía permiso para hacer una consulta rápida. Guarde su turno, como todos, le contesté con tono educado aunque tajante. De repente, tras los párpados abultados y las mejillas fláccidas apareció una sonrisa que rejuveneció su cara treinta años. Estaba a punto de llamarlo por su nombre cuando recordé que no me había teñido, que la cara se me llenó de arrugas, que he ganado seis tallas desde entonces. Desvié la mirada. Usted disculpe, murmuró, ya sin sonrisa. Su voz todavía tuvo el poder de estremecerme. Se giró con torpeza y marchó a colocarse en el último puesto.
Un antiguo despojo, camuflado.
Muy bueno, Elisa, muy bueno.
ResponderEliminar¿No tienes por ahí más despojos para camuflarlos? ;-)
Besos
Gracias, Tato, algo tengo por ahí, perdido en el disco duro. Un beso.
EliminarMomentos de conocerse y no reconocerse. Ese disco duro vale un potosí, Elisa, no lo pierdas.
ResponderEliminarBesos.
No queda mucho, osito, lo tengo bastante esquilmado, pero alguna vez encuentro cosillas. Un besazo.
EliminarTambién yo me he estremecido un poco con ese giro tan tierno que les has ido dando a la historia.
ResponderEliminarBesos
Gracias, Juancho, me alegro que te guste. Dale un abrazo de mi parte al Makoki, que ha sido muy bueno conmigo.
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