Tumba de Perafán de Rivera en la Cartuja de las Cuevas (Sevilla) |
Tal vez fue la turbidez repentina del aire, o el revoloteo agitado de la capa de polvo, o el olor a rancio perfume de violetas que se fundía con el del cuerpo que inicia su descomposición; lo cierto es que los mondos huesos de Lord Fishburne se estremecieron al comprender que su descanso había terminado. Lady Fishburne venía a instalarse junto a él en el panteón y esta vez ya no habría muerte alguna capaz de separarlos.
Publicada en el Arca Ficticia.
Jopeee Elisa, que micro más chulo!!!
ResponderEliminarBesicos muchos.
Besicos, Nani.
EliminarEs cierto. El hasta que las muerte los separa... los une, ¿cómo no nos hemos dado cuenta antes?
ResponderEliminarMuy bueno
Esas tumbas en las que aparecen las esculturas de ambos cónyuges. O peor aún, el marido en el centro y una esposa a cada lado, son un símbolo desasosegante. Un beso, Luisa.
EliminarEn pareja, aquello del descanso eterno, es pura utopía. Muy bueno. Besos.
ResponderEliminarGracias, señor Lagarto, besos.
EliminarMe pusiste la sonrisa, que mala leche jeje.
ResponderEliminarDe eso se trataba, zamorano :-).
EliminarSalmantino en el exilio. :-)
Eliminar¡Qué duro! ;-)
EliminarGrandioso. Con lenguaje rebuscado y sentido del humor al final. Y no hablemos de la originalidad de la escena... Un saludo.
ResponderEliminarCreo que exageras un poco, pero me gusta que exageres :-). Un saludo, Alex y gracias.
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